Bueno esta es una de esas entradas que si observamos el blog acompañados por nuestros niños, no nos dejarán ni tan siquiera leer porque les gustará más ver las canciones o las historias de MIckey o Hello Kitty que están más abajo; pero es una de esas cosas fundamentales que todos aquellos a los que nos apasionan los niños, y disfrutar con ellos y con susu risas deberíamos tener en cuenta.
Yo sé muy poquito de psicología infantil, la verdad, pero la experiencia me ha dado una serie de trucos que no fallan.
Antes de nada deciros que todos somos capaces de contar un cuento y enganchar a los niños de una manera automática, no hay más que seguir los trucos que antes os mencionaba:
Lo primero que hay que hacer es conocer bien lo que se quiere contar, y sentirla como si realmente la hubiésemos vivido y formase parte nuestra. De este modo, las imágenes y las sensaciones del cuento surgirán de nuestra narración como si las volviésemos a revivir, y disfrutaremos nosotros mismos con lo que contamos, que es la clave para que también disfruten las personas que nos escuchan.
El cuento debe contarse esforzándonos, y poniendo todas nuestras posibilidades en conseguir la atención total de los niños.
La voz, el movimiento de las manos y del cuerpo, la sonrisa y los ojos, pueden ser muy importantes para conseguir lo que queremos. El lenguaje debe ser sencillo. No debe forzarse la voz de forma exagerada. La voz se debe cambiar o modular para resaltar algunas escenas y los personajes.
Para contar un cuento debe empezarse por la forma clásica: "érase una vez...", que actúa como fórmula mágica en la cabecita de los niños.
Conviene que los personajes del relato tengan un nombre y una característica peculiar que ayude a recrear la imagen de cada uno en la mente del niño. El nombre y la característica deberán repetirse siempre y en el mismo orden, cada vez que se hable del personaje.
En las edades más cortas son muy eficaces las frases repetidas una y otra vez cuando se produce un mismo hecho, y no deben modificahse en absoluto para no perder atención. Si los niños tienen más de siete años no es necesario exagerar las cualidades de los personajes ni mantener con tanto cuidado estos trucos.
Los cuentos para los niños de dos o tres años deben tratar sobre cosas cercanas a ellos: sus padres, sus juguetes o sus vivencias cotidianas. Les gustan los que contienen repeticiones encadenadas de las mismas frases.
Algunos ejemplos de estas características son los cuentos La boda de mi tío Perico y La ratita presumida, o los tres cerditos.
Puede incluirse al niño como héroe de la historia para asegurarnos su atención y su identificación con el cuento.
Otro rasgo de interés en esta edad son las onomatopeyas y las palabras y sonidos inventados para conseguir efectos singulares.
A los cuatro o cinco años los niños tienen interés por lo maravilloso y lo mágico. Los cuentos preferidos son los de hadas, genios y princesas encantadas. Su capacidad de imaginación le permite ver un hilo de oro en un simple rayo de sol y un castillo encantado detrás de los barrotes de cualquier verja.
Los seis y siete años es la edad adecuada para los cuentos de los hermanos Grimm, perrault y Las Mil y una Noches. Los cuentos que encierran un valor moral donde puede encontrar experiencias de la vida con personajes que simbolizan la astucia, la responsabilidad o la valentía. Al final del cuento no debe explicarse el sentido práctico de los personajes ni la interpretación que debe hacerse de sus enseñanzas. Es preferible que sea el niño quien lo dijiera
De siete a nueve años los niños se sienten atraídos por los cuentos de fondo poético y por las biografías de personajes célebres y el relato de hechos heroicos.
En resumen, el secreto para asegurarnos el éxito como contadores de cuentos está en introducirnos en la historia que contamos como si la hubiésemos vivido nosotros mismos, y en poner los cinco sentidos en que los demás se la crean y disfruten escuchándola como si se tratase de algo que en verdad hubiese sucedido. Sólo con ésto conseguiremos atraer la atención de los niños, y ganar su voluntad hasta hacerles vibrar de emoción con lo que contamos.
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